4/7/17

dulce aurora

Estoy segura de que el día no es para mi. Jamás lo fue. Llega la noche y con ella los luceros. Dulce mujer blanquecina y solitaria, observa mi lecho. Lecho de estrellas desprendidas en el cielo, poco a poco intentan darle algún sentido a este icónico desencuentro entre oscuridad y melancolía. Y entonces salgo unos instantes, de esta fría caja condenada en la que habito, me vuelvo brisa en mis ideas y ya no rechazo esta locura que tanto oculto. Y todo es más leve. Ya nada pesa. Ni el futuro incierto ni los sueños frustrados. Tomo los pinceles y hago lo que quiera en este cuerpo de acuarela, colores pálidos mezclados con pensamientos tristes. Ya no soy yo. Mi composición atómica se dispersa en la inmensidad; me convierto en aquella estrella que debí ser, tan muerta pero tan infinita. Ajena a la raza humana, ya nada es importante. Solo lucho por no caer, de este dócil trance.

Siento los rayos del sol... Comienza a amanecer. 

Y soy vacío.
-María Emilia.